miércoles, 1 de abril de 2009

CAJA VIAJERA



CAJA VIAJERA

Aquí tiene. Están de regreso. Cinco cajas de cartón corrugado simple. Debidamente selladas. En el interior, libros. Es mejor no retirar las estampillas de viaje. Podría dañarlas. Están muy desgatadas ¿Qué de donde son? De hoteles, sociedades portuarias, aeropuertos, terminales de transporte, aduanas, embajadas transoceánicas.
Fíjese usted, esta que ve aquí es del Puerto de Bombay. Esta, la más pequeña de todas, si se acerca un poco, viene de la ciudad de Agadir. Aquí, una etiqueta única de la Ciudad Roja. Esta otra, muy oscura, la obtuvimos cuando cruzamos la Selva Negra. También hay una estampilla del Jardín de Luxemburgo, pero no la encuentro. Sí puedo mostrarle una que contiene las líneas misteriosas de Nazca, obsérvelas, dibujadas en la arena caliente de la pampa Jumana. Esta me gusta mucho, la obtuvimos cuando escalamos la cima helada del Monte Fuji. Aquí, las líneas ferroviarias que cruzan Siberia como una gran cicatriz. Mire, una isla de las bermudas, casi nos perdemos. Aquí tiene una de la Ciudad heroica, pero si me lo pregunta, no vimos un solo pirata.


Y hay otras. Más adelante podemos hablar de ellas. ¿Continuamos? ¿Sí? Bueno.
Los libros están ordenados. Cuéntelos, es mejor estar seguros. Cuidamos mucho de ellos. Si había viento los atábamos con una piolita a una piedra. Si había sol, extendíamos todos los libros sobre un pañuelo palestino de color blanco. Y si llovía, los cubríamos con un paraguas amarillo.


A los niños no les importaba. Muchos se sentaban cerca de las cajas pero otros subían con su libro a una casita de árbol. Un niño quiso leer en un barquito que navegaba con suavidad sobre un lago pequeño, alguien escogió la parte más alta de un edificio y otro se escondió bajo la mesa de parque, donde los padres comían y el niño leía al más pequeño de los hermanos. Otro niño encontró las gradas de un estadio libre de los habituales aficionados. Una niña leyó sentada en la rama más fuerte de un árbol milenario y otra prefirió un columpio. En un puente, tolerando el viento que cierra sus ojos y pasa deprisa las hojas, observé un niño con un libro, sentado en las piernas fuertes del padre. Tres hermanos leían acostados sobre una sabana de las hojas secas y tres hermanos lo hacían a su vez a orillas de una calle extrañamente solitaria, sin autos, sin ruidos, sin luces verdes rojas o amarillas. El más aventurero de ellos gustaba de leer entre los tigres de bengala de un curioso zoológico. Alguien llevó un libro hasta la cama número 39 del único hospital infantil de la ciudad. Hasta aquí lo que puedo recordar, lo que la inconstante memoria se esfuerza por conservar.

Lo que sí cuesta olvidar es que Ellos, los niños, fueron nuestros mejores lectores. No importaba cuanto se alejaran siempre regresaban satisfechos del viaje. No hacían falta pesadas maletas ni tiquetes de avión, tampoco seguros contra accidentes, ni cámaras fotográficas, no hacían falta flotadores, ni pantalonetas de baño, ni bloqueador solar, ni sombrillas. Libros, libros, libros, solo eso necesitaban para viajar. Libros para reír, sufrir, enamorarse de una chica preciosa, coleccionar etiquetas de viaje, caminar por puertos, navegar mares, aguas oceánicas. Libros para llegar a tierra y gritar Tierra. Libros para caminar por playas de arena blanca, para encontrar indígenas precolombinos, animales salvajes, oro tapizando los lechos del rio, para caminar por los bordes irregulares de abismos fríos y oscuros. Libros para construir casitas donde vivir y cuidar de los hijos y enseñarles a construir las mismas casas donde puedan guardar a su vez los mismos hijos.

¿Qué más le puedo decir?
Las cajas nos ayudaron mucho. Tienen razón en llamarlas Cajas Viajeras. Ellas contenían lo único necesario para viajar. Acertamos en venir una tarde por ellas.

Hoy volvemos para regresarlas. Para que otros viajen cuando ya no estemos. Cuando estos niños crezcan y sus hijos necesiten viajar como ellos lo hicieron. Fin del viaje. Todos los viajes tienen fin.
¿Dónde firmo?
¿Aquí?
Ya está. Gracias.
Prometemos volver.

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