domingo, 12 de abril de 2009

El ESCRITOR Y SU OBRA

ESCRIBIR, ENTRE LA HOJA Y LA MAQUINA
Gabriel Hernández Valencia[1]

FRANZ KAFKA, Retrato a máquina de escribir con la tecla K y tinta negra.
AUTOR: Juan Carlos Rodas Montoya


“…El hecho era que sólo cuatro cosas me interesaban: leer, ir al cine, zapatear y dibujar. Luego, un día, empecé a escribir, sin saber que me había encadenado, de por vida, a un amo noble pero despiadado. Cuando Dios nos ofrece un don, al mismo tiempo nos entrega un látigo, y éste sólo tiene por finalidad la autoflagelación…”[2]



“La escritura es el gesto de los solitarios” así caracteriza Juan Carlos Rodas, el escritor invitado a la feria literaria del viernes 13 de marzo en la comuna 1 el acontecimiento entre la hoja blanca de papel y la máquina de escribir. Sin dudar, este escritor sintetizó todas las charlas propuestas para este proyecto en su estrategia “el escritor y su obra” en una pensamiento honesto y lucido, una apuesta que los escritores vehementemente han gritado con sus voces: Fernando Cuartas, Edgar Trejos, Alejandro Marín, Mario Ortiz , Juan David Pascuales, Rafael Aguirre, Andrés García, María Teresa Ramírez, Inés Posada, Memo Ánjel, y otros, conjuraron el espacio en donde este gesto primario, no transita en la soledad como mal del hombre moderno; más bien, en la intimidad del hombre poético, del que está sujeto a su quehacer como humano: crear.

Los escritores invitados a esta apuesta de convocar a una comuna de Medellín para ser en sus pluralidades una constelación de escritos vivos, delinearon paisajes poéticos y contornos de la fiesta con la palabra viva; igualmente cada uno con su técnica, le dio luz y sombra, color, sabor y olor al fenómeno de lo escrito. Ahora ¿cómo habitar un espacio de artistas? era una de las preguntas frecuentes del auditorio al oír cada uno de los fragmentos de vida de estos escritores, quienes, en un solo suspiro , dejaron de antemano la humildad del que escribe, ¿artista? ¡Si todos somos escritura, todos somos artistas! Sin embargo, los rostros a veces adustos y un poco alejados, impregnaron de desosiego las charlas, los encuentros con hombres que por alguna gracia logran que su obra sea difundida: su cercanía a lo humano, en palabras de Inés Posada, su sentir-pensar.

Es cierto, aún en nuestro año del señor 2009, existe aquel imaginario del escritor como un cercano aristócrata de la corona, o de las lindes de los más altos montes donde el viento se equipara con el aliento de dios. Sí, es cierto, también los escritores o aquellas personas que han logrado publicar su obra, se han encargado de aislarse, de huir de lo común, de alejarse de las calles y callejones donde solían sentarse a ver pasear historias, poemas, canciones o rostros para d(g)ramatizar, y es esto en especial, lo que Juan Rodas en su charla les dejó a un puñadito de jóvenes acalorados por la hora o por la hormona, como en su obra escrita y en su obra artística que gentil y humildemente presenta: unos rostros de escritores entre el martillo y el pasador de cinta de una máquina de escribir.
Dice Vilem Flusser, también citado en la obra de Juan, (…) “escribir se trata de aplicar un material a una superficie… a fin de construir,… al parecer se trata de un gesto constructivo” (…)[3] y en realidad esta máquina de escribir, está sujeta al don de escribir; solo hace una impronta sobre el sí mismo y la otredad, una cartografía de ser, de sentir, líneas que le guían en su vagabundeo, en su zig-zag por la realidad y la ficción. Los rostros que Juan Rodas tecleó y aró en su máquina de escribir, una Facit a dos tintas (roja y negra), y que cada uno de los escritores invitados dibujaron sobre el brillo de un espejo, no solo son los gestos, máscaras del lenguaje o sueños g(d)ramáticos en los que la H está en el centro de la máquina, al principio de lo HUMANO, son la escritura del arte, el tejido que deja el teclear, la hendidura estética entre la hoja y la maquina: el acontecimiento del que escribe sobre su propia piel y luego se arriesga a la aventura de contar las cicatrices.

Esta fue la huella y la impronta de los escritores que nos acompañaron por este paraje de sostenidos y bemoles, de percusiones ásperas y voces empapadas de poesía, de sacrificios y vibraciones, sortilegios y asares. Escritores que con humildad y aprecio reconocieron, compartieron y vivieron con la comunidad la grandeza de Pizarnik, Carrasquilla, Cortázar, Rulfo, Capote, Dostoyevski, Alighieri, Shakespeare, Marques, Flaubert, Proust, Paz, Kafka, Poe, Mejía Vallejo, Machado y Quiroga; Borges, Cervantes, Neruda, Madiedo, Sartre, Mistral, Sofocles, Calvino, Hemingway, Dickinson, Eco, Joyce, Unamuno, Perrault, Chejov, Vargasvila, Gogol, Shelly, Twain, del Valle Inclan, Cioran, Rotterdam, Verne, Saint-Exupéry Tolstoi, Whitman, Boudelaire y Lorca; Swift, Greiff, Mann, Caicedo, Yourcenar, Dumas, Kundera, Ende, Allende, Rilke, Camus, Artaud, Balzac, Beckett, Boccaccio, Carroll, Defoe, Lao, Pessoa y Maeterlinck (y la rueca de la memoria debe seguir girando).

Escritores que en este tránsito, en este también gesto de besar a la noche a través del fuego de la escritura, de rodar y preguntar por el enigma del destino y dejarse preñar por la mística del lenguaje, al igual que el que se sienta a darle vueltas a un pensamiento, son lectores de la comuna, son habitantes de los barrios y veredas que tienen en sus manos un fragmento del que escribe, del escrito; un poco de sus miedos y obsesiones, tal vez de sus melodías íntimas y de sus blasfemias, también de su experiencia como hombre y como ciudadano, como animal feroz calmo en sus intuiciones o como un juicioso escriba de las impurezas y mieles del mundo.

Gracias a todos los escritores que nos acompañaron en esta vorágine, atravesando el corazón fatigado de esta ciudad para allanar un palabra en el paladar y una alborada de poesía entre el ceño adusto de los largos días de sol.

“…Mientras tanto, heme aquí solo, sumido en mi oscura locura, completamente solo con mi mazo de naipes y, por supuesto, con el látigo que Dios me dio...”[4]



[1] Docente de la Facultad de Educación de la Universidad Pontificia Bolivariana, Promotor de lectura del Proyecto “Formación de una Comunidad Lectora” y escritor invitado.
[2] CAPOTE, Truman, Prefacio de Música para camaleones, RBA Editores, Barcelona, 1994, pág. 5.
[3] FLUSSER, Vilem. Los Gestos: Fenomenología y Comunicación. 3. ed. Barcelona: Herder, 1994. p.31.
[4] CAPOTE, op.cit, pág. 5.

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