PLASTILINA: ARCILLA SINTÈTICA
Se dice que la arcilla es un material maleable del suelo que se usa para hacer ladrillos y vasijas diversas. En Egipto, la arcilla aluvial que traía el Nilo, mezclada con arena y paja, se usaba para hacer ladrillos y como cemento. Una de las cualidades básicas de la arcilla es su capacidad de hacerse cada vez más modelable al añadirse agua, y más sólida al secarse.
Debemos recordar que Adán, según el Génesis fue formado de arcilla, y que en manos de Dios somos de ese material. Jesús, al preparar un poco de barro, formó una cataplasma que usó para sanar al ciego. Esto le da un valor simbólico muy especial a la arcilla bíblica (Adamá) de donde viene el nombre hebreo ‘Âdâm, = "ser humano" o "ser rojizo" (en referencia al color de la arcilla).
La aparición de los primeros hombres en la Tierra
Al decir de los mosetenes, Dhoit, su héroe civilizador, modeló a los primeros hombres con arcilla. Para los hakairi habrían sido los gemelos Keri y Kame quienes transformaron las cañas en hombres. En la mitología chibcha, el Sol y la Luna formaron al primer hombre con arcilla, mientras que para la primera mujer utilizaron cañas.
El “héroe cultural” de los taulipang había modelado a los primeros hombres con cera
Una interpretación más antropológica, que acerca la Biblia a los relatos de los orígenes de las varias culturas, ve en la arcilla, la fragilidad de la naturaleza humana, el tema de la limitación y de la precariedad humana... Los babilonios, por ejemplo, contaban cómo sus dioses habían amasado con barro a los hombres; y los egipcios representaron a la divinidad amasando con arcilla al faraón.
Fuimos creados de "Arcilla" indicando con ello no solo la fragilidad y su precariedad, sino también la docilidad, maleabilidad y creatividad que implica nuestro ser, hasta llegar -como los utensilios que crea el buen alfarero- a ser útiles y bellos.
La imagen de un Dios alfarero, de rodillas en el suelo amasando barro con sus manos y soplando en las narices, puede resultarnos algo extraña. Sin embargo, en la mentalidad de aquella época era una bellísima imagen para homenajear a un Dios artista y creador.
En la mitología griega
Zeus se enfureció y ordenó la creación de una mujer que fue llenada de virtudes por diferentes dioses. Hefesto
Prometeo advirtió a Epimeteo
Hasta entonces, la humanidad había vivido una vida totalmente armoniosa en el mundo, pero Pandora abrió el ánfora que contenía todos los males (la expresión «caja der Pandora» en lugar de jarra o ánfora es una deformación renacentista) liberando a todas las desgracias humanas (la vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen, etc). Pandora cerró la caja justo antes de que la esperanza saliera y corrió hacia los hombres para decirles que no estaba todo perdido, que aún les quedaba la esperanza.
A partir de entonces los hombres siempre han deseado crear sus propios seres, como es el caso del Golem, un ser animado fabricado a partir de materia inanimada y es quizás la más conocida de las leyendas judías. Este es un autómata, típicamente humanoide y masculino, creado como resultado de una intensa, sistemática y mística meditación, el mito involucra al Rabi Yehuda Loew, el Maharal de Praga, quien habría creado ese mítico ser para proteger a los judíos de las persecuciones y matanzas instigadas por el cura Tadeo.
Pero en la literatura también los encontramos, desde La Mettrie, autor de Historia natural del alma (1745), El hombre máquina (1748) y de El hombre planta (1748), donde aplicó el mecanicismo cartesiano al hombre, algo similar ocurre con "Frankestein" de Mary W. Shelley, o en “Un mundo Feliz” de Aldoux Huxley y de forma particular en “El Emilio” de Rousseau, también en películas como Blade Runner, Terminator, Reanimator, 2001 una odisea del espacio, pero especialmente en cada feria literario del proyecto Formación de una Comunidad Lectora, donde jóvenes aprendices de magos sacan de sus chisteras los pases mágicos para convertir unas masas de colores amorfas en creaciones que compiten con los dioses del arte.
Figuras que dan cuenta de los imaginarios colectivos emanados de los relatos orales y de los cuentos populares, además de las lecturas que en plena calle unos saltimbanquis promocionan y pregonan sin importarles el lugar, la facha, el día o la hora.
Como decía Hans Schnier, un artista venido a menos, destruido por la pérdida de un horizonte social y personal que le era tan ajeno como la felicidad que le había sido vetada; en “Opiniones de un payaso” de Heinrich Böll afirmaba: “Soy un payaso y colecciono momentos”.
Ahora los saltimbanquis ponen en palabras esos momentos y los suben a un blog.
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