miércoles, 1 de abril de 2009

CARTAS


CARTAS


Una carta para evitar el olvido.
Una carta para contar recuerdos lejanos.
Una carta que se busque cien veces en el baúl para revivir al muchacho valiente, fuerte y alegre que alguna vez existió.
Una carta del joven amante que se hizo esposo.
Una carta que enseñó a amar.
Una carta ardiendo en el cenicero del desamor.
Una carta sin abrir, escondida por años entre las páginas de un libro.
Una carta para desear el bien o el mal, propio o ajeno.
Una carta que conceda perdón y una nueva oportunidad.
Una carta que aplaque el miedo y la soledad del prisionero.
Una carta al interior de una botella, navegando por el mar.
Una carta que viaje sin demora hasta el hijo perdido en tierras extranjeras.
Una carta que alivie al enfermo.
Una carta que alivie al huérfano, al viudo, al padre que escuchó entre sus brazos el último latido del hijo.
Una carta que anuncie pronto regreso.
Una carta de despedida.
Una carta de renuncia.
Una carta prometiendo olvido y nunca más.
Una carta, la última que escribo.
Una carta menos.
Una carta más.


De eso se trata todo: escribir cartas. Esa vieja tradición de andar por el mundo dejando una voz que perdure. Esa voz de los sentimientos que necesita hojas de colores y lápices que la vistan con palabras para descubrirse al otro. A veces lo logra, otras no tanto. La alegría, la melancolía, la nostalgia, la angustia, la envidia, la antipatía, la ansiedad, la amistad, la piedad, la felicidad, la inferioridad, la insatisfacción, la desesperación, el dolor, el odio, el orgullo, el amor, la paz interior, la amargura, la vergüenza, la venganza, la confianza o la desconfianza, perduran en una carta pero se diluyen en el viento cuando no queda constancia de su paso por la tierra.


Perduran cuando el otro, el lector, el destinatario, toma de la mano esos sentimientos hechos papel y los lleve a caminar por los laberintos de su existencia para descubrir quién ha sido, quién es y quién puede ser. Para buscar una salida, tomar una decisión, encontrar consuelo, recordar viejos errores o dolores causados.
He aquí que esta muestra de cartas es solo un fragmento de voz colectiva. Una voz que cada tarde, en los talleres de Lectura, luchaba por no desaparecer o caer en el olvido. Una voz que deseo, perdure por mucho tiempo. Que ese olvido inevitable llegue tarde o se aplace cada vez que abramos estas páginas de literatura. Que los autores y la comunidad se reconozcan en ellas. Que su dedicación no sea vana para nadie y mucho menos para ellos.


Que reciban en estas páginas un sincero reconocimiento.

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